lunes, 27 de octubre de 2008

Sínodo de la Palabra

Damos gracias a Dios por esta reunión de los Obispos del mundo entero. Durante casi un mes han estado reflexionando sobre la Palabra de Dios como fuente y misión de la Iglesia. Ayer domingo se concluyó el Sínodo con una Eucaristía en la basílica Vaticana. Desde nuestro blog queremos sumarnos a la invitación del Papa y de los obispos de hacer accesible la Palabra de Dios al mundo entero. En esta primera entrega presentamos un resumen del mensaje presentado al Pueblo de Dios con motivo del Sínodo. Con cuatro imágenes han querido los obispos ilustrar el mensaje final: La Voz divina, el Rostro de la Palabra, la Casa de la Palabra y el Camino de la Palabra. Aquí va un extracto de la carta.

"Tenemos ante todo la Voz divina. Ella resuena en los orígenes de la creación, quebrando el silencio de la nada y dando origen a las maravillas del universo. Es una Voz que penetra luego en la historia, herida por el pecado humano y atormentada por el dolor y la muerte. Es una Voz que desciende luego en las páginas de las Sagradas Escrituras que ahora nosotros leemos en la Iglesia bajo la guía del Espíritu Santo que fue donado como luz de verdad a ella y a sus pastores

Además, como escribe San Juan, "la Palabra se hizo carne" (1, 14). Y aquí entonces aparece el Rostro. Es Jesucristo, que es Hijo del Dios eterno e infinito, pero también hombre mortal, ligado a una época histórica, a un pueblo y a una tierra. Él vive la existencia fatigosa de la humanidad hasta la muerte, pero resurge y vive para siempre. Él es quien hace que sea perfecto nuestro encuentro con la Palabra de Dios. Él es quien nos devela el "sentido pleno" y unitario de las Sagradas Escrituras por las que el Cristianismo es una religión que tiene en el centro una persona, Jesucristo, revelador del Padre. Él nos hace entender que también las Escrituras son "carne", es decir, palabras humanas que se deben comprender y estudiar en su modo de expresarse, pero que custodian en su interior la luz de la verdad divina que sólo con el Espíritu Santo podemos vivir y contemplar.

Es el mismo Espíritu de Dios que nos conduce al tercer punto cardinal de nuestro itinerario, la Casa de la palabra divina, es decir, la Iglesia que, como nos sugiere San Lucas (Hch 2, 42) está sostenida por cuatro columnas ideales. Tenemos "la enseñanza", es decir, leer y comprender la Biblia en el anuncio hecho a todos, en la catequesis, en la homilía, a través de la proclamación que implica la mente y el corazón. Tenemos luego "la fracción del pan", es decir, la Eucaristía, fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia. Como aconteció aquel día en Emaús, los fieles son invitados a nutrirse en la liturgia en la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo. Una tercera columna está constituida por las "oraciones" con "himnos y cánticos inspirados" (Col 3, 16). Es la Liturgia de las Horas, oración de la Iglesia destinada a ritmar los días y los tiempos del año cristiano. Tenemos también la Lectio divina, la lectura orante de las Sagradas Escrituras capaces de conducir, en la meditación, en la oración, en la contemplación al encuentro con el Cristo, palabra de Dios viviente. Y, por último, la "comunión fraterna" porque para ser verdaderos cristianos no basta con ser "aquellos que oyen la Palabra de Dios" (Lc 8, 21). En la casa de la palabra de Dios encontramos también a los hermanos y hermanas de las otras Iglesias y comunidades cristianas que, aún en las separaciones, viven una real unidad, si bien no plena, a través de la veneración y el amor por la Palabra divina.

Llegamos así a la última imagen del mapa espiritual. Es el camino sobre la que se encauza la palabra de Dios: "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes...y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado" ... "lo que oís al oído, proclamadlo desde los terrados" (Mt 28, 19-20; 10, 27). La Palabra de Dios debe correr por los caminos del mundo que hoy son también los de la comunicación informática, televisiva y virtual. La Biblia debe entrar en las familias para que padres e hijos la lean, con ella recen y sea para ellos una antorcha para sus pasos en el camino de la existencia (cf. Sal 119, 105). Las Sagradas Escrituras deben entrar también en las escuelas y en los ámbitos culturales porque, durante siglos, fue el punto de referencia capital del arte, de la literatura, de la música, del pensamiento y de la misma ética común. Su riqueza simbólica, poética y narrativa hace de ellas un estandarte de belleza sea para la fe que para la misma cultura, en un mundo con frecuencia marcado por la fealdad y por la indignidad.

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